Rey del Dolor

miércoles, 23 de marzo de 2011

Aun empuño mi espada


Hace ya muchos años, cuando el mundo aun era demasiado joven y los hombres eran demasiado débiles. En una época lejana en el tiempo, los caminos que eran recorridos aun eran de barro y los cielos estaban limpios y aun nuestras almas eran puras.

Yo, guerrero me considero, y para ello me prepararon. En muchas guerras he combatido y con mi espada a muchos hombres he matado y otros tanto les he conducido a la agonía por aquello que llaman libertad y yo aun en ningún sitio lo he podido descubrir.

Tras una larga guerra, a mi pueblo regresé y encontré que todo había cambiado. Otro infierno había surgido y ahora un noble sanguinario es Rey proclamado por el mismo poder que Dios da a todos los gobernantes que nos dirigen bajo el despotismo del terror. Ese es ahora el poder que ensombrece a esta tierra que alguna vez fue próspera y ahora cae en la decadencia por la prepotencia de su nuevo Rey.

La maldad y el miedo son compañeras que ayudan a doblegar a los inocentes, pero una cosa es segura, yo no caeré cautivo ni exhalaré mi último suspiro en las mazmorras del castillo de ese Rey que por la gracia de Dios se hace acreedor, a costa de muchas muertes, del trono de este reino.

Ríos recorren de sangre las espadas de sus siervos pero ni la lluvia es capaz de poder limpiarlas. Yo ahora lucho contra ellos, es la condenación de estas tierras, ver como un hombre inocente muere ejecutado cada día por la arrogancia del Rey y contemplar como una doncella cae en las manos de sus esbirros para obligar con ellos a perder su virginidad. Es su manera de buscar nuestra lealtad pero aun contra ellos empuño mi espada, espada que dragones ha decapitado y princesas ha liberado. Muchos hombres ya le he asesinado, ellos mensajeros de la crueldad del Rey eran, ya nada de él me puede intimidar.

Los guerreros del Rey abandonan el castillo, van en busca del proscrito que tanto deslealtad le hace. Recorren todos los senderos, sus ojos de odio y miedo veo bajo sus grises yelmos. Cabalgan por donde yo piso, para el Rey su peor enemigo. No solo me busca por quebrar su reino, a su hija llevo en el corazón pero antes debo liberar a mi gente, oculto en el impenetrable bosque será mi gran aliado.

La codicia del Rey es el mal de nuestras tierras. Época de injusticia, me sublevo aunque con mi vida deba pagarlo. No podemos vivir más bajo su opresión, busca gobernarnos bajo ese horror que imponen sus hombres a mi gente.

Sus soldados saquean cada casa que tienen por delante, y yo a sus fieles sustraigo sus caudales para devolverlo a su pueblo. Podría pedir a Dios su compresión pero sé que no tendría su perdón, todos matamos bajo su nombre.

De nadie soy vasallo, hace tiempo que deje de pagar más tributos al Rey. No tiene corazón, a veces creo que lucho contra el mismísimo diablo y con el puñal que sujeto debo matarlo aunque sea lo último que en mi vida obre.

Tal vez en mí exista algo más que una simple sed de venganza pero ellos vinieron y de mis tierras me arrojaron. Desterrado durante un tiempo y herido por su espada, sabía que de mí no se librarían tan fácilmente. Dentro de mis venas corre sangre de noble, tal vez eso ya no vale nada. No me siento más que nadie, solo la nobleza se ve en la valentía de los hombres.

Arrasaron con todo, quemaron mi casa y mataron a mi padre y yo tuve que huir al bosque para no caer en la misma suerte. Todo por no sucumbir a sus ideas, todo fue por robarle el amor de su hija.

Del Rey quiero su sangre correr por mi espada, todo es odio en él tras ver que a su hija tuve enamorada. Amor oculto hacía el Rey, y por ello quiere verme muerto y para cogerme una gran recompensa ofrece. Mi cabeza tiene mucho valor y más que tendrá con el paso del tiempo.

Su bella hija no deja de odiarlo, en él solo ve la maldad. Encerrada y cautiva, ve desde su ventana como el poder de su padre devasta cada rincón de las tierras que tanto nos costo conseguir. Lágrimas calladas donde ahogan mi frágil corazón. No sé si podré tenerla de nuevo entre mis brazos pero de mi mente nunca se desvanecerá.

A este reino liberaré y a su hija amaré. La paz debe brotar y vivir todos en libertad. De ellos no debemos huir aunque muchos tendremos que morir por ver a nuestros hijos vivir sin la soga que los verdugos del Rey nos ponen en el cuello. La tierra debe ser de la gente que en ella trabaja y bajo ella enterraremos nuestros miedos. Será una guerra eterna y aunque por mis venas corra sangre noble, yo solo deseo la igualdad. Con mi espada mataré al Rey y con mis manos acariciaré de nuevo el rostro de mi amada.

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