Rey del Dolor

lunes, 15 de noviembre de 2010

Nunca verás mi sombra


El reloj de la plaza marca la medianoche y hoy de nuevo se refleja la luna sobre la acera de mi calle. Su blanca luz a la avenida ilumina, donde grises rostros pasean en la fría noche que invadió hace tiempo la ciudad.

Te veo cruzar bajo la luz de la farola que habita bajo mi ventana. Desde allí se me clava el intenso azul de tus ojos intentando dar vida a un corazón que hace tiempo dejo de latir. Siento una suave brisa, me recuerda a esas pesadas cadenas que estoy sujeto.

La noche es mi día, del sol no puedo tener su presencia. No tengo donde elegir, es una llamada que tengo que seguir y no puedo faltar a ella. Soy hijo de la oscuridad y cuando nace el amanecer yo debo correr, de él me debo ocultar.

Mis ojos son tan débiles, años, siglos llevo sin ver la luz del sol, hasta la noche debo reposarlos. Rezo por ser más fuerte cada día, pues se que todo lo que hago esta mal. Mucho tiempo lleva la luna siendo mi compañera de viaje, es la única que me comprende. Nunca quise ser lo que soy, mi piel es cada vez más pálida.

Nunca verás mi sombra, no oirás ni siquiera mis pasos cuando te sigo sin que te des cuenta. oculto en cada árbol cada vez que sales de tu casa por la noche a pasear. Me escondo de ti, no quiero convertirte en lo que soy.

Podría desear tu anhelada presencia y estar conmigo el resto de la vida oculta. Viajar sin ningún hogar, huir sin dejar rastro ninguno. Oirás tras de ti los susurros del viento, él te dirá quien realmente soy.

Ha pasado ya mucho tiempo desde que me convertí en lo que soy. Caí en esta vida eterna como cordero inocente. Por una mujer fui seducido, nunca vi obra más sobrenatural, mi sangre fue su alimento y ahora la noche es mi esposa.

No son ninguna leyenda, todo para mi es verdadero y ahora no puedo salir a la luz del día y sólo me queda caminar bajo la luz de la luna. Pero caí a esta vida eterna por amar al diablo, y ahora es mi larga condena que debo pagar.

El ala de mi sombrero esconde de un animal su mirada, todas las noches a por ti regreso, pero se que no te puedo hacer daño. Tengo rostro de pecador y lo escondo por quien soy y de cura son mis manos aunque de muerte están manchadas.

Sangre necesito para poder con vida seguir. Mientras la ciudad duerme yo busco una inocente víctima. Ella con su sangre toda mi sed apagará y no hay ya sentimiento que pueda sentir y sólo tú me haces creer que algo de humano me queda.

Vivo bajo una condena con esta vida eterna que me ha tocado llevar. No hay solución para ello, sé que no tengo salvación y aunque me lamenté entre lágrimas así tendrá que ser.

Por mi puerta cada día pasas, eres la luz brillante que alumbra mi lóbrego corazón. Tan joven, tan inocente. Nunca conocí mujer más hermosa. Cuando salgo por la noche a por mi alimento, siempre me he quedado bajo tu ventana soñando en lo que podría ser y nunca será.

El viento no deja de correr, mis ojos hacia el cielo se alzan en busca de comprensión. Cautivo de mi propio infierno, lágrimas caídas, nunca más veré la luz del sol. No logro esconder lo que soy, y oculto bajo arcos de barro busco una víctima a la que poder morder.

Pasarán muchos inviernos, me rendiré a mis instintos que siempre bajo la luz de luna fluyen. Se cual es mi destino, pero ya ni siquiera la cruz me podría deslumbrar. Como puedo ser yo así, si a Dios no dejo de rezar. No se que hace de mí, pero debo amar lo que destruyo y destruir lo que amo. Contra mi mismo lucho, sé que no tengo corazón del cual tú podrías enamorar.

Nunca me veras mi reflejo en el espejo. No conozco honra dentro de este mundo. Miedo siempre he sembrado y siempre lo sembraré. Seguiré paseando bajo la luz de la luna añorando la presencia del sol. Los años seguirán pasando y yo estaré en ellos. Pero no hay cosa que más pueda desear, que clavado bajo tu ventana en la oscuridad de la noche muero por tener tu amor. Un amor que nunca existirá.

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