Rey del Dolor

martes, 25 de septiembre de 2007

El síndrome de los 30


Desde “la historia no nos enseñará nada” y tras las vacaciones veraniegas, algo cortas para mi gusto, y con un post trauma psicológico de transito supino de caballo, llamado “el cabreo con sus declives otoñales de volver al curro”, queremos, nos obligan a ello, a seguir estando al pie del cañón, aunque es preferible estar un poquito más atrás, no sea que el jodido cañón se dispare sin querer quererlo y nos pille por medio y la caguemos definitivamente.

Hoy por tanto analizaremos con nuestra conocida ineficacia y dejadez una de las crisis más agobiantes que existen, mucho más que la del euribor o la crisis del petróleo en oriente medio, mucho más. Es una crisis que tiene sin dormir a una gran parte del mundo y sobre todo al hombre urbanita y más si es de la parte del sur de Noruega.

A la crisis que nos referimos es la de los 30. Es esa edad donde uno no sabe muy bien donde esta situado. Es una edad que no esta muy bien definida, por que para los cuarentones eres aun joven e incluso un inmaduro, pero para los veinteañeros eres ya un carroza y un pasado de moda, y eso que a estas alturas, con 30 años uno deja de tener tabúes y escrúpulos y es capaz de atacar tanto a las de treinta y tantos como las jóvenes veinteañeras.

Pasa el tiempo y parece que nunca llegará a cumplir los 30, que eternamente seremos jóvenes, pero todo es mentira. De repente, y sin buscarlo, te levantas una mañana de la cama y ¡ZAS! aparece tu vieja, por que como tienes un trabajo de mierda, no tienes dinero para independizarte solo, y además, tu novia te dejo por un ingeniero de buena familia más joven que tú, y así es imposible abandonar el nido paternal. Pues eso, que con nocturnidad y alevosía tu madre te felicita los malditos 30 y de repente caes en la más absoluta de las crisis lóbregas existentes y te ocultas bajo tu cama en posición fetal con los ojos en blanco murmurando frases sin sentido como si el propio diablo nos poseyera.

Otra forma de ver que ya no eres un jovenzuelo, es cuando dando un paseo matinal tranquilamente por la calle dentro de tu mundo apartado, una adolescente te rescata dulcemente de él llamándote de usted, y lo peor de todo no es que te lo llame, sino que tú respondas a esa llamada. Y cuando reflexionas sobre lo sucedido, tu alma se cae al suelo y piensas que estás perdido, eso es el principio del fin. En ese momento te das cuenta que te haces mayor y no hay ya marcha atrás y el camino recorrido es imposible retrocederlo. Ves que ya nada será igual y vuelves a casa corriendo a meterte bajo la cama en posición fetal con lágrimas en los ojos y murmurando de nuevo esas intangibles frases diabólicas.

Son señales inequívocas o cóncavas que nos indican que la edad sigue su curso. Un día al mirarte al espejo observas que ya no eres ese chaval de 20 añitos que quería comerse el mundo a bocados, no señor. Ahora hay un hombre, por llamarlo de algún modo, que comprueba que donde antes había un vientre plano ahora hay una pequeña barriguita, bueno, una buena tripita. El cabello negro se te cae sin remedio y solo se conservan las canas que como el desodorante nunca te abandona. Aparecen arrugas que antes no estaban allí y también ese sofocón que emerge de tu cuerpo tras subir esas escaleras de casa que antes subíamos en dos en dos.

Otra señal luminosa de la edad son las resacas dominicales que ahora son un verdadero infierno. Uno ya solo se atreve a salir una noche de fiesta total por que sabe que el flagelo del día después puede llegar a ser mortal, además de ser muy sufrido. Todo el día tirado en el sofá con un constante dolor de cabeza que parece que durará toda la vida. Cierras los ojos y con añoranza recuerdas aquellas juergas de jueves a domingo e ir tan fresco el lunes a la universidad, que ir a clase era otra historia, y de nuevo empezar el siguiente jueves.

Con 30 años el mejor sitio para disfrutar del deporte es el sillón de casa con una buena televisión de plasma y una buena cerveza helada. Ahora intentar practicar algún deporte como hace unos años puede suponer la aparición de dolores en sitios donde uno ni siquiera sabía que existían. También puede suponer que las agujetas sean más que amigas y que el infarto al corazón esta más cerca de lo que uno cree.

Con todos estos síntomas y alguno que dejamos en el tintero o que no nos acordamos, empezamos a querer dar una vuelta de rosca a nuestras vidas. Algunos empiezan a ir por primera vez al gimnasio para adelgazar y recuperar la figura que tenían a los 20 años…otros se abonan a su equipo de toda la vida, y los más osados dan un cambio radical a toda su vida. Que insatisfechos con lo que tienen, intentan encontrar su sitio en la vida tirando lo hecho hasta ahora por la borda…solo espero que les vaya bien y no se equivoquen. Otros, de los más afectados, se compran una moto y con su nueva chupa de cuero negro van fardar para ligarse alguna jovencita…lamentable, incluso algunos aun se comportan como si tuvieran 20 años pensando solo en el fin de semana y la consabida juerga. (Espero que mis colegas no se enfaden)

Aun tenemos mucha vida por delante, etapas que quemar y gente que conocer. El mundo no se acaba cuando uno supera la barrera de los 30. Ahora hay otros mundos por encontrar y por desarrollar, solo falta echarle coraje y afrontarlo. Hace tiempo que yo cumplí los 30 y creo que empiezo ahora a descubrirlo, pero seguiré yendo al gimnasio para ver si me quito unos kilitos y no devolveré el abono del Atlético.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Otros, de los más afectados, se compran una moto y con su nueva chupa de cuero negro van fardar para ligarse alguna jovencita…lamentable, incluso algunos aun se comportan como si tuvieran 20 años pensando solo en el fin de semana y la consabida juerga. (Espero que mis colegas no se enfaden)"

No lo entiendo, ¿el problema es que te sientes viejo o que e has dado cuenta de lo mal conservado que estás?

Marinho77 dijo...

Tal vez sean otras cosas, tal vez se exageran las cosas, pero al final todos llevamos un Peter Pan dentro.

Anónimo dijo...

Yo creo que unos lo llevan dentro y otros colgando.

Allá cada uno con sus costumbres.