Rey del Dolor

sábado, 21 de abril de 2007

La historia no nos enseñará nada


Cada día cuando me levanto abro el periódico de la mañana y mientras me bebo mi primer café leo todas sus noticias y compruebo que todo lo que describe en él me lleva a un abatimiento constante, difícil de recuperar, que pronto podría yo ser protagonista de sus páginas centrales. El mundo un mal le crece y lentamente se suicida sin que nadie le ponga remedio y yo estoy en él.

Guerras, muertes, destrucción… en una sola palabra: odio. Es una constante maldad que se ha manejado el ser humano desde que existe para sus logros más egoístas y mundanos. Demostrar que él es el más fuerte sobre los demás. Tal vez haya una razón, pero no compartida, pero en el fondo un ser débil y temeroso del resto, que no tiene el perdón de nadie y debería pudrirse en las cárceles más tenebrosas del planeta.

Siempre el hombre ha buscado a lo largo de su larga y cruel historia, algún ínfimo consuelo para liberar todos sus remordimientos al ver los hechos de nuestra historia. Los buscas, sin hallarlos, en esas sanguinarias prisiones del distante pasado. Son prisiones por él construidas y por él mismo temidas.

Siempre el ser humano ha pensando que lo ocurrido en otras épocas pasadas fueron mejores tiempos. Personajes idolatrados por los poderosos. Idealizados por sus hechos que nunca fueron reconocidos. Vivir en ese pasado es caer a un temor por un futuro incierto pero cercano, donde el hombre tiene su propio destino entre sus manos y este no es otra que la de su propia destrucción.

En las escuelas, desde muy niños, nos contaron las grandes mentiras que han regido en nuestro mundo. Mentiras escupidas por cada hombre que creía tener la única verdad absoluta y matando por ello. Todos escuchan, todos acatan, pero que cada uno interpreta a su manera para poder creer en una seguridad ficticia sobre los sistemas humanos que rigen al mundo que nos dicen que siempre durará.

El mundo nunca fue fiel a si mismo, y nunca lo será. Yo navego entre sus aguas contaminadas, perdido entre tantos mares agitados que desde muchos siglos son el fiel reflejo de nuestras mezquinas almas. Se que mis emociones son las velas y mi fe ciega en la humanidad su mástil. Pero mis velas rajadas por el paso del tiempo, aun soy incapaz de izar en el mástil que ya lleva mucho tiempo quebrado en dos. En solitario busco cual es la verdadera razón de nuestra existencia y lo único que encuentro es muerte y destrucción entre los hombres.

Voy sin el aliento de la libertad real, sin eso no llegaremos a ningún sitio alejado de la depravación que me acompaña tras de mi espalda. No hay lugar en la tierra que me encuentre seguro para poder atracar y no temer por ello con mi vida. Recorrer sus largos caminos sin tener que mirar atrás y vigilar cada movimiento que haga solo por el miedo de perder la vida por los muchos odios que sumergen al mundo desde su creación.

Dicen y no sin razón, que Dios lleva muerto mucho tiempo y un mal actor se hizo con su papel. En él solo hay palabras de temor, nunca creí en sus discursos. No sigo los postulados de la iglesia y de ninguna religión. Todas tienen muertes y guerras que ocultar entre las paredes de sus templos. Con la palabra envenenada hacen creer a sus fieles que sus mensajes es la luz que guiará a sus débiles almas a un bienestar espiritual superior y así imponer a través del miedo y la ignorancia sus ideales y matar a quien no lo siga. Es luchar contra otro Dios y morir por ello. Son cosas que describen al currículum de la humanidad a lo largo de su existencia.

Nuestra cruel historia se ha escrito en los grandes catálogos de los crímenes más sórdidos. Son los más poderosos quienes desde la prehistoria, pasando por los romanos, la edad media… hasta las masacres de los últimos días han bañado de sangre inocente los caminos de la humanidad. Son arquitectos de la época y la madre de la invención que para no sentirse culpables de tener las manos manchadas lo achacan todo a nuestra seguridad que nunca logró sentir dentro de mí. Es todo la opresión al más débil, hace a esté caer a un perpetuo temor y evitar con ello la constante agresión a los niños para no involucrarlos a un destino final que tienen escrito en sus rostros.

Debemos convencer a un enemigo que esto lleva a nuestro fin de los días. Convencerle que tal vez este equivocado. Ganar no lo es todo, no es una lucha hasta la muerte donde sin sangre no es una victoria. Es muy largo el camino, pero con un simple acto de fe, una razón sobre valorada, hace volar sobre sus mentes que sus ideales les probarán que esta en lo cierto. No se puede caer en la tentación, nunca seremos ejemplos para nuestros hijos, ellos seguirán nuestros pasos.

Sin esa voz de la razón que cada uno llevamos dentro, cada fe, por pequeña que sea, caerá en su propia maldición pero sin esa libertad que unos pocos fueron capaces de obtener, solo las cosas podrían ir a peor. Pero tarde o temprano, como en el primer día del mundo, aprenderemos a desechar el pasado por que al final la historia no nos enseñará nada.